Tuve un colapso nervioso hace unas noches y fue hermoso, doctor. Estaba en un hotel con un chico al que deseaba desde hacía mucho, él fumaba cristal y yo terminaba de desnudarme.
Me atrajo de él la manera un poco despectiva y altanera de su boca. Pero mientras mi pantalón encontraba el suelo, la intensa lujuria con la que me miraba casi no encajó con el déspota " en tus fotos te ves menos flaca, putita" Me puso algo nerviosa, más que excitada. Pero avancé hasta la cama en lo que él acomodaba la lata en la mesita de noche, intentando lucir atractiva. No dijo más y me recostó en la cama , acariciándome. A veces me congelo, no es falta de deseo, me da miedo acariciar mal, besar mal, lo que sea , y opto por quedarme quietecita y esperar que acabe pronto. La sonrisa se le volvió oscura al llegar a mi cuello y sentí los dientes, así que lo alejé. No me gustan las marcas porque a él lo ponen triste aunque jure que no le importa.
Me sujetó del cuello " no te quieras poner muy filosa, aquí quien mando soy yo , perra" y... déjeme hacer un pequeño paréntesis. De las primeras noches viviendo juntos, me atraganté con un poco de agua por reírme viendo una caricatura. Ulises se asustó tanto que quedó terminantemente prohibida en casa. Tan dulce, tan...Entonces aquél muchacho ejercicía cierta presión en mi garganta. Seguro pesaba unos veinte kilos más que yo y tenía menos límites debido al cristal, y es curioso que ahora recuerde un sonido, algo como sin origen, menos importancia, como una ventana muy lejos cerrándose o un ave resuardándose, cómo explicarlo, pero ese es justo el sonido que hace la cordura al quebrarse, el mandar al diablo la realidad porque ella fue la primera en dar la espalda. Puse mis rodillas en su abdómen y logré levantarlo lo suficiente para girarme, mi hombro en su pecho y levantarme de la cama, me jaló del cabello y lo arrojé de vuelta a la cama, con todo el peso lo derribé y estampé mi puño en su rostro. El factor sorpresa, nunca esperan la violencia. Me regresó el golpe en el abdómen y repiré fuerte para no perder el equilibrio y darle ventaja.
Enloquecí, doctor. Enloquecí mientras lo sacudía de los hombros y mordía su rostro, aprisionando su tronco con las piernas. ¿ Sentía sus uñas en la cintura, intentando liberarse? ¿ Sentí sus puñetazos en los brazos? En realidad no lo sé.
Enloquecí cuando lo arrojé al piso, pateándolo justo en los testículos con el talón. Enloquecí cuando tomé la navaja con la cual cortó el cristal y comencé a clavarla en sus brazos , quizá un poco en los míos por , en el ardor, no poder distinguirlos. Comenzamos a forcejear y descubrí que su rostro perdió cualquier rastro de altivez, un mohín enojado y esforzado, los ojos brillando con rabia, y sin embargo, en un pequeño descuido, mientras la navaja alcanzó a rozar su garganta, ese pequeño destello de miedo. Arrojé la navaja por la ventana ( estas noches han sido extrañamente calurosas, así que la promesa de un poco de brisa nos borró el pudor ) mientras con un nuevo talonazo , esta vez en sus costillas, un escupitajo en la cara y " ¿ quién tiene el control ahora, mamoncito?" Apenas alcanzaba a tomar mi chamarra y mi mochila.
¿ La gente me miraba por caminar sin pantalón a las tres de la mañana , con un cigarro y sangre en las manos? Es Revolución, doctor. Ahí a nadie le importa nada y todo es demasiado común para impresionar a alguien. En la fila del oxxo había un tipo con una jeringa en la pierna y eso apenas es nada. Una leche saborizada y pan de chocolate. Le sonreí al cajero cuando miró disimuladamente mis piernas. Me senté en una de las orillas del monumento y comencé a llorar, a reírme por lo inverosímil que acaba de ocurrir y a gritar porque no sabía lo que me estaba pasando, pero intuí que no iba a acabar bien, ¿ Sabe, doctor? Vivimos la vida , las personas como yo, intentando fingir que nada ocurre, que todo está bien, deseando con el alma que de tanto repetirlo se vuelva real, sólo porque hay gente increíble en nuestros caminos, por las cuales la pena soportarlo, taparlo un poco, vale por completo. Pero a veces se hace tan grande, tan insoportable que... Estoy apretando los dientes sobre mi brazo, y ahí noto que la herida llegó hasta el hueso y empieza a dolerme. Me quito la chamarra y rompo un pedazo con los dientes para improvisar un torniquete. Dios mío, sí que hace frío.La situación me alcanza en todos los sentidos y quiero regresar al hotel a ver si el sujeto está bien, pero no estoy segura de no matarlo. No estoy segura de ser capaz de no matar a alguien esta noche y esta vez estoy demasiado asustada para pensarlo al punto que , realmente lo comprenda. La cabeza me da muchas vueltas y los pensamientos fluctúan en recuerdos felices y anécdotas espantosas que desearía no haber vivido. El celular apenas tiene batería y sé que debo hacer el maldito esfuerzo de tomar una buena decisión. Ulises tembló un poco cuando me vio, sé que manejó demasiado deprisa por la forma en que sus manos todavía parecen sujetar el volante, se apresuró a cubrir mis piernas con su chamarra, a pesar del frío de la madrugada.
Le ofrezco el pan como si nada estuviera ocurriendo, como si mi brazo derecho no escurriera sangre hasta el punto que me fue imposble moverlo. Ulises no me mira con rabia ni miedo, sino con una profunda preocupación y eso es, se lo juro, todo lo que necesitaba para poner mi vida en sus manos, sabiendo que estaba fuera de todo peligro. Camino al hospital, le dije que si podíamos parar antes a comprar aunque fuera un short, obviando la hora, él acarició mi cabello sin mediar palabra. La noche en el hospital fue horrible, doctor, comencé a alucinar , gritaba tonterías y forcejeaba con los que querían ponerme la intravenosa. Rompí mi vena al arrancarme la aguja una vez que lo lograron y amenacé con un bisturí a una enfermera. Ulises entró en medio del revuelo y comenzó a hablarme como niña pequeña, pidiéndome que me tranquilizara, antes que entre dos camilleros me inyectaran un tranquilizante y a él lo obligaran a salir.
Fue una noche increíble, doctor, porque me quebré por completo pero no estuve sola y si debo elegir un motivo para dar gracias de no haber muerto, es sólo por eso. Lo tengo a él.
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