Es el " casual" que más tiempo me ha durado. No soy paciente sobre todo en circunstancias en las que no hay vínculos, pierdo el interés muy rápido. Algo en su manera delicada y un poco snob de hablar y manejarse, la forma de su rostro, su cuerpo, me atrae y para qué negarle, me gusta. Me gusta su violencia, me gusta que me lastime, me gusta la pereza de los intermedios, me gusta lo que hace, me gusta lo que hacemos, me gusta su lascivia,me gusta la voracidad con que me toca, me gusta cuando habla, me gustan sus gestos de animalillo , me gusta el aroma que deja en mi piel cuando se aparta. Recuerdo con insistencia cuando nos conocimos y la decisión de adoptar la pose de " ramera del pueblo" que fue rápidamente reemplazada por algo más natural y atractivo. Me hizo sentir frágil y transparente, tímida. Así es el deseo más adictivo, el que nos quita las poses o nos obliga a adoptarlas para seguir cerca.
A veces me siento más receptiva a las emociones ajenas, sin embargo mi naturaleza me impide realmente conectarme con quienes no comparto algo significativo. Pero no tenemos ambiciones promedio, aunque el ámbito en el que nos desenvolvemos no guarde relación. A mis ojos compartimos esa lejanía de lo mediocre aunque me sonroje pensarlo. Mi cerebro a veces se quita el manto de lo humilde y no puedo evitar pensamientos incorrectos, fuera de lugar, demasiado indebidos. Como el atrevimiento de igualarlo a mi persona. No puedo negar lo fructífero de mis esfuerzos académicos , culturales y laborales. No me siento cercana o conectada a gente que no es capaz de cosas alejadas del común y por eso es que me resulta tan especial su compañía, lo veo como un hombre brillante. Sé cuál es el papel que represento en este vodevil de sexo casual, y que una vez superadas sus inseguridades al compromiso, dejaremos de vernos. Por eso me reprimo las ganas de acurrucarlo en mi pecho, de abrazarlo, de besar su frente y soltar las frases amorosas más inadecuadas al contexto.
Más adentro en las horas, en la noche salvaje que me brindó el signo con el que me defino, en los vicios y el descontrol que excusan mis propios miedos e inseguridades, en la compañía de otros amantes que no me representan absolutamente nada, tendré el descaro de hablar de él a alguien demasiado drogado para entenderme.