miércoles, 23 de noviembre de 2016

Alturas

Me gusta el aire en la espalda. Olvidé mi chamarra y estoy usando apenas una camisa que deja descubierto mi abdomen, pero no tirito. Es por el café que bebí antes, supongo. Me recuesto en el piso y unas piedrillas se me clavan en la columna, pero no me muevo. Estoy muy cansada para moverme pero quiero seguir escribiendo.

La culpa es mía, lo sé. Me obligué a callarme algo demasiado tiempo. Es hilarante que me parezca incluso rutinario buscar amantes ocasionales para cualquier tipo de encuentro sexual, pero decir un simple " te quiero ¿ podemos por favor salir a comprar helado? " me paralice y me llene de terror. Es hilarante pero es lógico. Hay una parte muy oculta, quiero decir. Hay una edad muy frágil para formarnos respecto a nuestro cuerpo, una edad que no puede repetirse y sin embargo los hechos registrados en ella van a definir por siempre quién eres.

Quiero decir sin quebrarme que yo era una niña cuando aprendí que a los hombres les excita que les digas "no" y lo mejor por hacer es callar y esperar que todo acabe pronto. Era una niña cuando me enseñaron que no debía hablar de eso, que debía guardarlo muy profundo en mi y si no había espacio , debía sacar las cosas buenas y darlas a los demás. Sacar lo bueno. Guardar lo malo. Era una niña cuando debí irme a vivir con mi abuela porque estaba rota, aunque no haya sido mi culpa, aunque no haya comprendido lo que ocurrió, porque lo que recuerdo es la cara de vergüenza de mi papá cuando le dije que unos hombres me habían lastimado.

Lo primero que supe entonces de los hombres no fue algo positivo, pero el odio sólo pude dirigirlo a mí.  Mi juicio quedó nublado para siempre. Aunque haya construido toda una vida, aunque sea una adulta , no puedo sanar esa parte de mi historia. Y los pequeños esfuerzos por salir de eso son fácilmente derrumbados. No puedo ir por la vida suplicando no ser tratada como un objeto, intentando demostrar que soy una persona. Contando a todos los eventos que me hicieron tan susceptible. Pero desearía que no doliera, por ejemplo, cuando él me dijo que tengo un culo divino pero como persona soy una mierda. Porque, dios santo, lo tengo clavado a fuego en la piel. Lo recuerdo siempre que estoy a punto de reconocerme a mí misma un buen trabajo. Sólo soy un buen pedazo de carne. Seguro me dieron a mí el trabajo en Austria porque soy un buen pedazo de carne, no por las horas y años de dedicación en sobresalir. Seguro dijo que me quiere porque va a pedirme algo increíblemente perverso. Seguro nadie puede verme de una manera ajena a la que yo me veo.

No puedo concebir el suicidio ahora, porque no creo que todavía exista algo vivo en mi interior, más que las cosas malas y no tengo algo bueno para dar. Es la enseñanza que tuve y me marcó. Lo bueno fuera, lo malo dentro, de lo contrario no sirves. Entonces no concibo el suicidio sino una especie de eutanasia mientras mido la masa, la altura de la azotea, el tiempo y el impacto. Mientras escribo dejo mis zapatos en la orilla de la escalera. Cuando termine la línea ya estaré justo en el filo. Y quizá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario