domingo, 2 de abril de 2017

Belleza

"¿ Quieres ver un poco más?" Estiro el borde de mi vestido de por sí corto sobre el muslo y le sonrío. No sé por qué lo hago, no sé cómo detenerme. Él me mira y se moja los labios de manera natural. Me hace una seña y me subo a su automóvil, dejando de lado lo que el instinto de supervivencia me grita. Arranca y sus manos alternan el volante y mis piernas. Se detiene en un hotel cercano y en realidad no logro pensar. Me toma de la cintura para llevarme a la habitación donde rápido comienza a besarme y distingo en su aliento lo alcoholizado que está. Mis pensamientos se adelgazan porque ya es demasiado tarde para retractarme y no quiero lidiar con la culpa. Apenas me levanta el vestido y me arroja a la cama mientras se baja el pantalón y se pone el condón. Rezo que dure poco porque ya es noche y sigo demasiado sobria.
Ni siquiera lo siento entrar. Su imagen se difumina en mis ojos. No me esfuerzo en fingir. Termina con un sonido ridículo y se desploma a mi lado. Tras un breve silencio, un poco dudativo me pregunta si soy prostituta.
No me puedo reír, pero le respondo la verdad. Estoy trabajando en investigación genética molecular. Se ríe con ganas y me dice que es imposible que una mujer tan guapa se dedique a algo así. "Las guapas no necesitan ser inteligentes" me dice y busca en su saco un billete. Me lo extiende y dudo entre aventárselo en la cara o salir corriendo, pero mis piernas ya tomaron esa decisión.
Siento el frío de la noche en el rostro más que en otra parte. Qué estoy haciendo. Oh, Dios. Claro que lo sé. Estoy llevando mi vida a la mierda porque me muero de miedo. Con esfuerzo y los años logré construir un matrimonio que si no es sano al menos persiste. Una carrera que amo y que puedo desempeñar con elogios. Tengo muchas cosas por agradecer.
Mi naturaleza es inestable. Mi cerebro es inestable. Estoy dolida pensando en que hay tantas cosas en mí que me aterran y por eso no puedo culpar a () por no desear conocerme con la misma insistencia que yo. Que amo a Ulises y agradezco amanecer a su lado, aunque hay días en que me pesa no darle lo que me pide. Que estoy constantemente preocupada de no ser suficiente. De no saber. De darle la razón y no servir para la ciencia y ser apenas otra ridícula que cayó muy bajo por ver demasiado alto.
Tengo miedo mientras ando por esas calles con un vestido tan corto, aunque soy consciente de que no soy atractiva, pero sí vulnerable. Tengo miedo que () ya no quiera verme, que me deseche. Que Ulises sepa lo que ésta noche me ofrece y no pude rechazar. Busco el celular para ver si L sigue en el bar de donde me sacó el extraño. Iremos a su casa porque ahí están las drogas que diluyen los errores y las inseguridades que me atormentan. Lo espero en la esquina.

miércoles, 22 de marzo de 2017

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Cuando leí su mensaje ya estaba ebria y no lo comprendí muy bien. Pero en ese estado siempre vienen breves ratos de lucidez y no pude evitar ponerme a llorar como niña, como desquiciada. Porque él estuvo en mi vida cuando salí del psiquiátrico y ni mi mamá me podía ver como un ser humano, porque estuvo conmigo cuando me quedé sin dinero y no tenía dónde vivir, porque estuvo conmigo cada vez que Ulises me mandó al hospital, porque estuvo conmigo cuando lo necesité y sin que yo se lo pidiera. Porque creo que nadie me había hecho sentir tan capaz, nadie me brindó tanta seguridad en mí misma. Porque nadie me había abrazado con tanto cariño, porque nadie me había hecho sentir bonita antes. Porque es el hombre más encantador que hay en el mundo. Inteligente, maravilloso. Y eso es algo que yo comprendí mucho antes pero no tuve coraje de decirlo. Fui mala, fui una perra, sabiendo lo puro de su cariño, siempre le restregué todos esos otros cuerpos que compartían mi cama, todos esos fugaces enamoramientos que acababan en lágrimas. Siempre le dejé en claro que no iba a dejar a Ulises por él. Que no lo iba a presentar a mi familia. Que su hija no podía seguir llamándome mamá. Porque sé mi lugar, aunque a veces desearía tener más autoestima y negarlo. Él es único, es encantador, es demasiado brillante, es esa fuerza imposible de ignorarse. Ni siquiera puedo hablar de él sin desmerecer su encanto. Y yo soy una mancha gris, no soy nadie, no soy especial, no soy diferente al promedio. Amo con cada fibra de mi ser todo aquello que amo. Y eso es algo que comprendí con él. Hay gente que nace para ser amada y hay gente que nace para amar. No puede ser distinto ni cambiado y yo no reniego de mi naturaleza, nací para amar todo lo que me conmueve, pero no para ser amada. Nunca lo detuve y siempre busqué abrirle los ojos a esa realidad, porque nunca podría cargar con el pecado de condenar a un hombre así de fantástico a una vida mediocre, a una compañía gris. Sin chiste. Conocerlo me hizo una mujer, porque sólo era una niña, me encendió, me creó. Y aunque comprenda que debe alejarse para no seguir lastimándose conmigo, no puedo dejar de pensar...

lunes, 5 de diciembre de 2016

Despedida

Te escribí una carta y planeaba dártela ayer. Estoy avergonzada, me siento ridícula. La dejé consumirse en el mechero y seguí con mis anotaciones. Conforme transcurría la noche seguía pensando en las curvaturas de tu cuerpo, los rincones celestiales de tu piel. Me  voy a Austria en menos de tres días y sólo puedo pensar en los diferentes escenarios posibles de la vida. Pensé en ti y ofrecerte uno de los pocos logros que he tenido en la vida ¿ Cuántas veces en la vida has deseado empezar de nuevo lejos de todo? Yo cada día rezo por deshacer el camino, pero conforme el día avanza, mi valentía disminuye. No te conozco pero te intuyo,  la dulzura, lo oscuro, lo amargo. Hubiera deseado con el alma conocerte en otras circunstancias y ¿ qué te atrajo de mí? En realidad no soy  hermosa, mi cuerpo tiene muchas marcas y fluctúa siempre entre lo demasiado delgado u obeso. Quizá nunca lo sepa. Me siento atraída por detalles específicos de la gente, la piel, la sonrisa, los ojos, la voz, los tatuajes... ya sabrás lo que vi en ti que me llevó a aceptar tus coqueteos. No te conozco pero lo hubiera deseado, te lo juro. Puede ser que la imagen que construí de ti con los fragmentos que las relaciones modernas y virtuales permiten, no comulgue con la persona que eres realmente, pero es un descubrimiento que hubiera amado en cualquier forma. Tienes una magia que subyuga, disculpa lo cursi. Te deseo casi con rabia, pero siempre me intimida decir cosas fuera de lugar e incomodarte y ya no sé cómo portarme. Soy una mujer muy oscura, muy inestable, demasiado impertinente o demasiado tímida. Siempre estoy triste o enojada o distraída. Pero hay momentos, no tan escasos pero sí muy breves, en los que te aseguro soy muy dulce, muy cálida. No doy más de lo que puedo ofrecer pero no me reservo nada, aunque a veces no sepa expresarlo correctamente. No me aferro a las ilusiones y procuro matar las esperanzas. Porque la vida me enseñó la importancia de las certezas.
No soy tan ingenua, tengo bien claro mi papel y cómo desempeñarlo en cualquier circunstancia. Pero eso no impide que mi mente a veces viaje a otros escenarios y, qué maravilloso habría sido conocerte, compartir algo más que los sudores y la saliva, los vicios y las fluctuaciones. Soy muy frágil pero asumo cualquier daño sin quebrarme. Creo que dentro tuyo hay un mundo que se expande en cualquier otro cuerpo que toca, se desdobla en múltiples realidades y esa idea me ilumina. Me voy a ir a Austria y quiero que sepas que en un segundo, lejos de la luz de la razón, pensé invitarte conmigo. Mi cariño es inmenso y no se muere, es algo que la gente que me rodea sabe. Es así ¿ sabes? Somos un crisol de contradicciones, de dualidades. Se puede amar a un millón de personas al mismo tiempo y eso no es traición, es la naturaleza, es la vida latiendo en nosotros. Me guardo para siempre las cosas que vivimos como exclusivamente mías, estoy consciente que el impacto de haber coincidido en el mismo plano existencial no fue igual para ti y en realidad no me duele porque agradezco haberlo vivido. No me gustan las despedidas, a nadie le he dicho sinceramente que me voy en menos de tres días. Así que...

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Alturas

Me gusta el aire en la espalda. Olvidé mi chamarra y estoy usando apenas una camisa que deja descubierto mi abdomen, pero no tirito. Es por el café que bebí antes, supongo. Me recuesto en el piso y unas piedrillas se me clavan en la columna, pero no me muevo. Estoy muy cansada para moverme pero quiero seguir escribiendo.

La culpa es mía, lo sé. Me obligué a callarme algo demasiado tiempo. Es hilarante que me parezca incluso rutinario buscar amantes ocasionales para cualquier tipo de encuentro sexual, pero decir un simple " te quiero ¿ podemos por favor salir a comprar helado? " me paralice y me llene de terror. Es hilarante pero es lógico. Hay una parte muy oculta, quiero decir. Hay una edad muy frágil para formarnos respecto a nuestro cuerpo, una edad que no puede repetirse y sin embargo los hechos registrados en ella van a definir por siempre quién eres.

Quiero decir sin quebrarme que yo era una niña cuando aprendí que a los hombres les excita que les digas "no" y lo mejor por hacer es callar y esperar que todo acabe pronto. Era una niña cuando me enseñaron que no debía hablar de eso, que debía guardarlo muy profundo en mi y si no había espacio , debía sacar las cosas buenas y darlas a los demás. Sacar lo bueno. Guardar lo malo. Era una niña cuando debí irme a vivir con mi abuela porque estaba rota, aunque no haya sido mi culpa, aunque no haya comprendido lo que ocurrió, porque lo que recuerdo es la cara de vergüenza de mi papá cuando le dije que unos hombres me habían lastimado.

Lo primero que supe entonces de los hombres no fue algo positivo, pero el odio sólo pude dirigirlo a mí.  Mi juicio quedó nublado para siempre. Aunque haya construido toda una vida, aunque sea una adulta , no puedo sanar esa parte de mi historia. Y los pequeños esfuerzos por salir de eso son fácilmente derrumbados. No puedo ir por la vida suplicando no ser tratada como un objeto, intentando demostrar que soy una persona. Contando a todos los eventos que me hicieron tan susceptible. Pero desearía que no doliera, por ejemplo, cuando él me dijo que tengo un culo divino pero como persona soy una mierda. Porque, dios santo, lo tengo clavado a fuego en la piel. Lo recuerdo siempre que estoy a punto de reconocerme a mí misma un buen trabajo. Sólo soy un buen pedazo de carne. Seguro me dieron a mí el trabajo en Austria porque soy un buen pedazo de carne, no por las horas y años de dedicación en sobresalir. Seguro dijo que me quiere porque va a pedirme algo increíblemente perverso. Seguro nadie puede verme de una manera ajena a la que yo me veo.

No puedo concebir el suicidio ahora, porque no creo que todavía exista algo vivo en mi interior, más que las cosas malas y no tengo algo bueno para dar. Es la enseñanza que tuve y me marcó. Lo bueno fuera, lo malo dentro, de lo contrario no sirves. Entonces no concibo el suicidio sino una especie de eutanasia mientras mido la masa, la altura de la azotea, el tiempo y el impacto. Mientras escribo dejo mis zapatos en la orilla de la escalera. Cuando termine la línea ya estaré justo en el filo. Y quizá...

lunes, 31 de octubre de 2016

Litio

Es una enfermedad que se controla, no que se cura. Lo tengo muy presente siempre que estando en el piso no pudo parar de gritar y golpearme la cabeza o , dios mío no otra vez, encontrar algún objeto para clavarlo en mi piel. Mi percepción de le realidad está intacta siempre y es lo más doloroso, ser consciente todo el tiempo y no poder contenerme, no poder soltar el cuchillo, no poder callarme, no poder levantarme. Estoy sola al menos, pero cuando escucho a Ulises entrar a casa comienzo a llorar más asustada.


La pastilla que Ulises me obligó a tragar hace que el episodio dure apenas cuatro horas, que pudieron volverse semanas enteras. Parece magia, sólo cuatro horas. Horribles y extenuantes.Entre jaloneos, logró limpiarme las heridas y recostarme, pero no podía controlarme. " Lamento mucho esto, flaca, pero si no te la tomas  no vas a poder dormir" odio los somníferos y él lo sabe. Por eso su cara de tristeza y angustia. Me mata la culpa, porque él viene de una jornada larguísima fuera de casa y no ha descansado bien últimamente. Hago el esfuerzo de abrir la boca, pero no puedo detener las lágrimas ni evitar la debilidad de mis piernas. Me carga hasta la cama, recarga mi cabeza en su pecho y comienza a arrullarme. La cabeza me duele insoportablemente pero estoy cansada para seguir gritando."¿ Me cuentas otra vez el cuento de los conejitos  y el tren descarrilado?" le digo apenas balbuceando, pero él comprende y sonríe sobre mi frente.


El litio me obliga a dejar de llorar y levantarme de la cama, o respirar con tranquilidad y darme un segundo de calma.Pero no evita las crisis, ni me ayuda a controlar mis actitudes frente la comida, frente situaciones donde no se debe usar la violencia, frente a los estímulos sexuales o las drogas. La realidad es esta, sin máscaras ni posturas, yo esperaba ser una buena pareja para Ulises, ser una buena profesionista y destacarme, ser una buena hija,una buena hermana, pero el esfuerzo me agotó. Comienza soltando un poco, si una copa de más después conlleva a una línea en el baño donde alguna persona encuentre atractiva mi vulnerabilidad y yo no quiera oponerme aunque mañana haya qué estudiar para un examen y Ulises no tenga ropa limpia, no tengo el ánimo de oponerme. Si no comprendo en su totalidad que soy la vía de escape, la descarga de frustraciones de esos hombres con novias mucho más hermosas, inteligentes y seguro sanas que yo, pero sin duda menos casquivanas, en realidad es porque no quiero lidiar con eso por cobarde, por frágil. Ulises siempre me espera en casa aunque haya veces en las que no sea tan cálido. No soporto que me vean de esa manera en lo académico, no soy un genio, sólo necesitaba algo a qué aferrarme y me esforcé. Las notas sobresalientes, los halagos y las sonrisas hipócritas con las que busco confundirme a mí sobre lo mediocre que me siento, no hacen más que agregar un peso más a mi desequilibrio.El litio me obliga a quitarme las manos de los ojos y observar de frente y erguida lo que está ocurriendo con mi vida , pero no me da el valor de comenzar a corregirla, sólo me llena de pánico y dolor.


Cuando vuelvo a abrir los ojos, mi cabeza está en el regazo de Ulises y él trae otra ropa, me pregunta cómo me siento y la pulsante opresión en mi cabeza se ha desvanecido, así que no es mentira cuando le digo que me siento bien, que no se preocupe por mí, que lamento mucho el espectáculo y le agradezco, " Qué pena que te hayas casado con una loca" me falta energía para sonreír, él besa mis labios con extrema suavidad " me casé contigo porque te amo" Y por fin llega esa breve hora en la que sé que puedo sentirme segura, aunque sólo sea un par de horas.

jueves, 13 de octubre de 2016

Madurez

Me extiende un pañuelo y le sonrío. Esperaba hacer menos ruido, pero con la percepción tan alterada era lógico que no me percatara.  Siento el corazón hasta el techo y el tic  nervioso de morderme el labio que me provoca la anfetamina, me ha hecho sangrar. No soy buena hablando en público y siempre me da pánico hacer el ridículo, por eso las drogas y el alcohol antes de la conferencia. Soy muy tímida y no acepto los halagos, no sé dónde esconderme cuando al final de mi discurso, un muchacho me pide que le firme un panfleto del evento y otros más me felicitan. Estoy abrumada y necesito aire.

¿ A quién le llamas cuando necesitas ayuda? Me preguntó cierta vez mi psicólogo y su nombre salió antes que ninguno. Ulises. Siempre y aunque no me conteste. Lo intento un par de veces más. Desisto y opto por llamar un taxi, de cualquier modo no estoy tan lejos, lo espero sentada en la banqueta. Me gusta el piso de ese barrio fino, está limpio y el ambiente no me intimida. La nariz comienza a sangrarme y en realidad ni siquiera me causa gracia.

Tengo ganas de llorar de lo vacía que me siento últimamente. No por la rutina, no por la tibieza de Ulises ante mis desenfrenadas muestras de adoración, no por la desabrida experiencia académica, no por mi reciente despido ni mi reciente contrato. Es por mi propia tibieza ante los regalos de la vida. No recuerdo haber sonreído cuando me invitaron a dar la conferencia de uno de mis temas predilectos a aquél grupo de posgrado. Al salir de casa ni siquiera intenté arrancarle un te amo. Tardé más tiempo en desnudarme ante él que en comprender lo absurdo de creer en mundos alternos, de contemplar las posibilidades de ir un poquito más adentro en la confianza e invitarle una cerveza en un bar y hablar, y quizá...

Es que soy muy sensible. Es que soy muy cobarde. Es que pasé mucho tiempo sin permitirme sentir realmente algo y ahora no sé qué hacer con esto. Esto tan absurdo y vergonzoso. Me resulta estúpido siquiera seguirlo pensando. Me cuestiono cuántos años tengo realmente, como para estar cayendo en enamoramientos estudiantiles e imaginarios, en esas vanas ilusiones que arruinan vidas enteras. Porque sentir las cosas que siento por él es mi medio de escape a los fracasos y no me puedo engañar. Estoy desesperada por creer que esta no va a ser mi vida siempre, que sigo siendo joven y deseable, que aún puedo decir cosas inteligentes, que todavía estoy entera y soy agradable. Pero mi naturaleza nunca ha sido la credulidad y estoy matando las cosas que siento. Con lentitud ahí se están ahogando los besos y los mensajes, las salidas, el alcohol y las noches, las explosiones y la tragedia. La pasión desbocada poco a poco se resigna a extinguirse sin haber brillado.

Esto debe ser la madurez. Y sabe a pura derrota.

viernes, 16 de septiembre de 2016

C.Y:

Es el " casual" que más tiempo me ha durado. No soy paciente sobre todo en circunstancias en las que no hay vínculos, pierdo el interés muy rápido. Algo en su manera delicada y un poco snob de hablar y manejarse, la forma de su rostro, su cuerpo, me atrae y para qué negarle, me gusta. Me gusta su violencia, me gusta que me lastime, me gusta la pereza de los intermedios, me gusta lo que hace, me gusta lo que hacemos, me gusta su lascivia,me gusta la voracidad con que me toca, me gusta cuando habla, me gustan sus gestos de animalillo , me gusta el aroma que deja en mi piel cuando se aparta. Recuerdo con insistencia cuando nos conocimos y la decisión de adoptar la pose de " ramera del pueblo" que fue rápidamente reemplazada por algo más natural y atractivo. Me hizo sentir frágil y transparente, tímida. Así es el deseo más adictivo, el que nos quita las poses o nos obliga a adoptarlas para seguir cerca.
A veces me siento más receptiva a las emociones ajenas, sin embargo mi naturaleza me impide realmente conectarme con quienes no comparto algo significativo. Pero no tenemos ambiciones promedio, aunque el ámbito en el que nos desenvolvemos no guarde relación. A mis ojos compartimos esa lejanía de lo mediocre aunque me sonroje pensarlo. Mi cerebro a veces se quita el manto de lo humilde y no puedo evitar pensamientos incorrectos, fuera de lugar, demasiado indebidos. Como el atrevimiento de igualarlo a mi persona. No puedo negar lo fructífero de mis esfuerzos académicos , culturales y laborales. No me siento cercana o conectada a gente que no es capaz de cosas alejadas del común y por eso es que me resulta tan especial su compañía, lo veo como un hombre brillante. Sé cuál es el papel que represento en este vodevil de sexo casual, y que una vez superadas sus inseguridades al compromiso, dejaremos de vernos. Por eso me reprimo las ganas de acurrucarlo en mi pecho, de abrazarlo, de besar su frente y soltar las frases amorosas más inadecuadas al contexto.
Más adentro en las horas, en la noche salvaje que me brindó el signo con el que me defino, en los vicios y el descontrol que excusan mis propios miedos e inseguridades, en la compañía de otros amantes que no me representan absolutamente nada, tendré el descaro de hablar de él a alguien demasiado drogado para entenderme.