jueves, 15 de enero de 2015

Adio Kerida

No sé cuántas maneras de decir adiós existan, porque un puñado de tierra no puede significar demasiado
https://www.youtube.com/watch?v=DdcusOXh_f8



Hermandad

Ninguna dijo nada, sin embargo ella lo supo. Lejos del descaro, procuraba imitar su falta de sonidos, comencé a mirarla fijamente, cada gesto atravesaba mis pupilas, la mesura al abrir los labios, los dedos enrollando el cabello, el roce efímero con la otra mano. Entre nosotras surgió la cordialidad “nada veo, nada sé” ante los sudores ajenos que nos recorrían.

Apenas unas palabras en la mañana, sin embargo, por las noches me abrazaba sollozando.

Querida mía, ojalá la ceguera fuera suficiente, pero es imposible ignorar esa danza en tus sueños, rasgo terrible de una enfermedad que nos hermana.

Bajo tu pulso encolerizado voy sintiendo aquellos universos increíbles e x p l o t a n d o en un millón                             de estrellas
                                                                     entre tu pecho y el mío

y  las rupturas
mis divisiones
mis obligaciones

Todo repitiéndose en ese orden, en otro siglo…

Cocaína

¿A qué sabe la cocaína?

Recién descubro que no estoy sola ¿Quién será él? ¿Será importante? ¿Está hablando conmigo?
A qué, muñequita, a qué. Me dice cantando mientras se acerca y me besa el cuello. A qué, a qué.

Sabe a estar vacía, como estar en la orilla de ti, preguntándote ¿qué diría mi mamá si me viera tan intoxicada? ¿Qué diría si supiera que lo más cercano que he estado de la paz, ha sido entre estas tres líneas? Qué diría si tuviera qué explicarle cómo todas las tardes me lleno la nariz o las venas para que ya no me duela el paraíso perdido.

Cómo le explicaría, por ejemplo, que la cocaína me despierta para no cortarme las venas, salir a la calle porque no soporto a nadie a menos que me abra las piernas. Eso. Mi obsesión con el sexo no va más allá de esa manera desesperada de gritar, somos un maldito puñado de mierda, no somos más que una orgía de lamentaciones, bájate de tu maldito altar, no somos nada más allá. Quizás sea jueves y deba ir con el doctor que me dice " aprendimos a no tenerle miedo a la comida, ahora aprendamos a comer, ahora aprendamos a comer y no vomitar" y esa cara de estúpida superioridad cuando confieso que no siento nada respecto a ninguna cosa.

No se puede ser totalmente indiferente ¿no lloraste por mamá?
Por eso nadie quiere a los psicólogos cuando pierden la empatía. No estoy gritando, estoy mirando la ventana pensando cuánta falta me hace un buen cigarro. Y el doctor me mira tras su sonrisa petulante, diciendo que con tantos amantes no puedo ser insensible.

Son ejercicios simples, le digo mientras me acerco a él y me siento en sus piernas, tomándolo por completa sorpresa, son ejercicios repetidos hasta el cansancio. Es un simple roce, deje que lo ilustre.

Tomarlo por la nuca y besarlo sin pensar nada más que ese maldito cigarro, poner sus manos en mis caderas. No soy hermosa, lo sé, pero los hombres son hombres. Sexo oral, penetración, semen en el vientre, no digas nada, no sé qué me pasó, esto no es ético, dios mío. Un pañuelo, sin muecas, y marcharse.

Complejo de Pizarnik, diría si no tuviera temor a la hipocresía que demostraría al echarme a llorar. Ay, Alejandra,las madres.

Mamá confundió la dirección al teatro, y deberemos caminar horas por este barrio rico de la ciudad, mi estrellita, la noche está muy crecida, justo a tu altura, solapas mi estupidez con tu inmensa ternura,  tu mano me sujeta y las cosas van adquiriendo nombres más sencillos, inquebrantables en su verdad. Más adentro en las horas, yo te cargaré, mi lucecita, cuando la obra ya haya comenzado, y las cosas de adultos que aún no toman forma en tu mundo te adormilen en mi pecho. Escucha mi corazón, su compás diciendo: te quiero, mi niña, te quiero.





No no no. Para eso está la cocaína, para no llorar. Para borrar los recuerdos y este sabor amargo que deja saber que voy a morir sola.


A eso sabe la cocaína, le susurro antes de salir huyendo. A un inminente hundimiento.

Regresos


Respirar. Abrir los ojos y sentir el dolor en todo el cuerpo. Quitar el brazo sea cual sea de la cintura, buscar la ropa interior, vestirse, besar la frente de ambos, no hacer ruido al salir ni correr, caminar. Esquivar las miradas a mi cabello, no vomitar en el transporte público, pensar una canción, dormitar hasta sentir el golpe en el hombro del policía. Caminar un poco más.



Llegar a casa, encontrarlo dormido, huir al baño, escucharlo susurrar, temblar bajo sus brazos, agradecer el beso, entrecerrar los ojos, sus palabras amorosas. No llorar. No pensar.

Dulzura

Que mis caderas eran tuyas, en un sentido más allá de lo erótico, me dijiste con esa sonrisita torcida, que desde que la vi, intuí me llevaría más rápido al fin del mundo. Te arrojé  a la cara un rosario de motivos para no volver a vernos,  y tú, experta en abrir heridas, ibas orillándome a tus brazos, cerrando mis salidas.


Y es que me dio miedo. En el fondo rogaba, te suplicaba que no me explicaras jamás esa frase, aunque por fuera utilizara todos mis artilugios para que me lo dijeras. Ya ves, princesa, que yo salí más tramposa que tú.


Aunque tú ya lo sabías, mucho antes de conocerme, me lo dijiste, soñabas con que un día te toparías con una chica dispuesta a amarte a pesar de sí misma, con más trampas que una mina abandonada, que prefería lastimarse a herir a terceros, y tú estarías lista para…


No quise saber, preferí averiguar, sabes que soy terca, y que cuando se trata de ti, me empecino en llevarme la contraria, pero tú me regresas a mí misma, perdonas mi pasado por mucho que yo lo odie, me cuidas como la niña asustada que en tus brazos me convierto.


Una vez me dijiste que yo podía volverme adictiva sólo con  un vistazo, bueno, yo creo que tú resultas más adictiva,  con tu manera de hacerme sentir desprotegida con un simple me gustas, o las ganas de llorar que a veces me da tú sonrisita culpable, tu forma de hacerme reír, cuando me ves triste .Te lo dije, no todos los días se encuentra a alguien como tú, aunque te rías.



Qué querías que hiciera, si me habían enganchado tus mensajes a medianoche, con un simple, fly me to the moon, que me erizaban la piel, o la fragilidad con que me pedías que me quedara un poco más a tu lado. Si yo sé que nadie más esperaría pillarme escribiendo tequieros en el espejo, si sé que no quiero que nadie más entienda por qué lloro cuando veo gardenias.



Que mis caderas eran tuyas, en un sentido más allá de lo erótico, me dijiste con esa sonrisita torcida, que me enseñaba la orilla del mundo, eliminando mi vértigo. Te arrojé  a la cara un rosario de motivos para que no me quisieras como yo te quiero, y tú, experta en cerrar mis heridas, ibas abriendo mis brazos, del tamaño exacto para que entraras, haciéndome odiar las 

Desamor

Puntos difusos en el aire enrarecido postorgásmico, te sientas un momento en la cama para limpiar el semen que quedó en tu vientre. Caminas a la cocina atraída por un aroma dulzón.


Sueltas tu cabello recién cortado al igual que las venas, esquivas el pensamiento. Descubres en la cocina los residuos del desayuno a medio terminar, tomas un resto que quedó en el plato, una nota confusa pide que salgas corriendo, que no tarda en llegar ella.

Ella.

Te recorre un escalofrío. Corres al baño y tiras los restos de comida por el excusado, tambaleante regresas a la cama  de nervios vomitas en la almohada mientras te vistes. Metes en la mochila los libros, un disco de Veloso que te regaló, los condones que de nuevo te convenció para no usar. Corres a la calle.


Falta una hora para que entres al trabajo. Miras de reojo la casa abandonada y recuperada la respiración, te sientes patética.

No es la primera vez que él te deja sola en casa y amenaza con la llegada inesperada de la novia "legítima" para que  huyas con el Cristo en los labios. Te da risa la certeza de caer siempre que él te lo pida.

 La huida anterior corriste hasta el puente más cercano, empezaste a llorar y maldecir asustando a los transeúntes. Juraste hasta por los hijos venideros que si llamaba, esta vez no ibas a contestar, no volverías a dejar todo sólo por su vocecita dulce. Pensar que estás recorriendo las calles que de nuevo te dejaron caer entre sus piernas. Llegas a un cafecito cercano al trabajo. Todavía faltan cuarenta minutos, no has comido nada.



¿Cuándo te llamo? Preguntas algo insegura. Se va a ir, de nuevo. Se va a ir, repites como niña con rabieta.


Ya te dije que yo te llamo, íde.


Tu nombre en sus labios deja  la sensación de agua fresca, calma una sed que parece eterna. Olvidas por completo que  se marchará mañana a Veracruz con ella a celebrar un estúpido aniversario. Lo olvidas, y por eso ríes al decirle cualquier tontería. Cuelga y te queda en la piel una sensación de lozanía, de frescura, de aroma.


Una vez que termina tu turno, vas corriendo a refugiarte en el café de la mañana. Te topas con conocidos que preguntan por qué no llegaste ayer a una fiesta, pides café, inventas cualquier cosa. Tu relación con él es un secreto a voces, pero nunca quedó en ti que se divulgara. Te dolía hablar del tema.


Pero siempre existe alguien lo suficiente indiferente. Y una voz del grupo te pregunta por Yoatzín, que dónde lo dejaste, tú, aunque te mueres por caerle a golpes al sujeto, sonríes y le dices que no lo has visto desde la vez del tokin. No sabes ni te importa saber si te creyeron, degustas tu café, pides azúcar mascabada odias la refinada.


Bueno, y ya conoces a su novia. El mismo sujeto pregunta, y todos lo miran con cara de circunstancia. Sí, a Jennifer (un nombre común, como era de esperarse) su novia, sino, de todas formas viene para hablar con Juan.

Se te revuelve el estómago, y con un hilito de voz respondes algo parecido a un qué bien, sería demasiado obvio salir corriendo, optando por ser pragmática, desvías tus pensamientos a una canción que resuena en la tienda de discos cercana.


Abre tus ojitos de agua, calma de mi amor la sed...


Cuando escuchas un taconeo cercano, no puedes evitar agachar la mirada, apretar un poco los puños, te sientes como un cordero llevado al matadero.

Y entonces su voz.

Su voz.

La voz.

Una mezcla entre graznido y señora sin orgasmos. Levantas la mirada, su presencia rompe por completo con la imagen que tenías de ella. No muy alta, morena sin un atisbo de belleza, con un problema evidente de sobrepeso. Esto es lo que pintaría Botero después de leer caldo de pollo para el alma, piensas,  una carcajada inoportuna se te escapa.

Dale calor a mi vida...Dame de ti qué beber...


Nunca llamó. Pasó más de un mes y nunca llamó. Fue lo mejor. Estabas pasando por las duras penas de una menstruación que no llega. Crees que dos semanas y media de retraso es preocupante. Pero mejor que no lo sepa. Que nadie sepa que tú, una niña de diecisiete años, está posiblemente, esperando un hijo de un señor apenas cinco años más joven que tu padre.



Te dejas caer en el jardín de tu casa, miras las hojas de los árboles, con sus venitas traslúcidas, instintivamente te tocas las venas. Recuerdas esa vez en un bar, se toparon por cosas del destino, cada quien en una mesa aparte. No  pudiste evitar acercarte a él, dijiste casi murmurando que tenías sed. No sabes si fue burla que dijera  que como buena vampiresa, bebieras de tu propia sangre. Golpe bajo al orgullo, la mezcla de licores, depresión, soledad, te orillaron a romper en pedazos la botella que minutos antes habían terminado. Pasaste un vidrio por tus muñecas y la sangre brotó como una fuente milagrosa ante la vista horrorizada de tus amigos, que te llevaron a tu casa a curarte. Él ni lo notó. Delineas en el pasto una media luna, arrojas piedritas a las mariposas que se acercan a las flores. Siente el celular vibrar, miras el mensaje. Es él, te dice que acaba de regresar de Veracruz, pregunta si estás sola, porque va a ir a tu casa. Respondes, continúas aventando piedritas.

Des.

Llevo una semana vomitando. Apenas recuerdo la última vez que había sentido el vómito recorrer mi garganta sin ser yo quien lo induciera. Tiemblo todo el tiempo, casi no puedo estar despierta y siento tanto dolor en todo el cuerpo ... El cabello se me ha adelgazado , y mi ropa indica una pérdida importante de peso. En una semana comienzan las clases de nuevo y no me siento capaz ni de leer dos líneas y darles sentido. Él tenía razón, soy una niña tonta jugando a la femme fatale, otra vez estoy llorando.

¿ La adicción es peor que la desintoxicación? una mierda. Una rotunda mierda, como la que he hecho con mi vida, cielo santo. La sensación de placer , dudar entre la vida y la muerte, extrema sensibilidad y afinidad con cualquier persona a mi alrededor ¿ valían lo suficiente? He perdido amigos, la relación familiar se ha debilitado al punto de no participar en los festejos de año nuevo, ni hablar del amor... He visto su carita preocupada más que decepecionada al sacarme de esos lugares de mala muerte tras días sin saber de mí.Y lo peor, lo he visto cada vez más cansado. Conocí la vida de una manera más oscura y creí que esa transgresión a las normas era felicidad ¿ felicidad no importarme saber si lo que ocurría era real? ¿ Felicidad perder el control ? Ahora puedo plantear mis prioridades. Y sé que no podría estar más frágil, aunque sea perfecto un sueño tan sólo es un sueño, y pobre diablo el que crea lo contrario.


LEntamente va saliendo de mi cuerpo aunque no se irá por completo, estoy marcada de por vida por su signo, mis venas no pueden mentir, el latido desbocado e irregular de mi corazón siempre hablará de su recorrido sanguíneo. No valía la pena perder tanto, y aún así...