Que mis caderas eran tuyas, en un sentido más allá de lo erótico, me
dijiste con esa sonrisita torcida, que desde que la vi, intuí me llevaría más
rápido al fin del mundo. Te arrojé a la
cara un rosario de motivos para no volver a vernos, y tú, experta en abrir heridas, ibas
orillándome a tus brazos, cerrando mis salidas.
Y es que me dio miedo. En el fondo rogaba, te suplicaba que no me
explicaras jamás esa frase, aunque por fuera utilizara todos mis artilugios
para que me lo dijeras. Ya ves, princesa, que yo salí más tramposa que tú.
Aunque tú ya lo sabías, mucho antes de conocerme, me lo dijiste, soñabas
con que un día te toparías con una chica dispuesta a amarte a pesar de sí
misma, con más trampas que una mina abandonada, que prefería lastimarse a herir
a terceros, y tú estarías lista para…
No quise saber, preferí averiguar, sabes que soy terca, y que cuando se
trata de ti, me empecino en llevarme la contraria, pero tú me regresas a mí
misma, perdonas mi pasado por mucho que yo lo odie, me cuidas como la niña
asustada que en tus brazos me convierto.
Una vez me dijiste que yo podía volverme adictiva sólo con un vistazo, bueno, yo creo que tú resultas
más adictiva, con tu manera de hacerme
sentir desprotegida con un simple me gustas, o las ganas de llorar que a veces
me da tú sonrisita culpable, tu forma de hacerme reír, cuando me ves triste .Te
lo dije, no todos los días se encuentra a alguien como tú, aunque te rías.
Qué querías que hiciera, si me habían enganchado tus mensajes a
medianoche, con un simple, fly me to the
moon, que me erizaban la piel, o la fragilidad con que me pedías que me
quedara un poco más a tu lado. Si yo sé que nadie más esperaría pillarme
escribiendo tequieros en el espejo, si sé que no quiero que nadie más entienda
por qué lloro cuando veo gardenias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario